Volcanes del Sur 2016 Parte I

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*Aclaración: Las termitas no parasitan el cerebro humano, solo fue una broma nacida durante la expedición.

 

Día 1: Ruta 5 180° S

Domingo 31 de enero, 8:50 am.

Ya me dirigía en el radiotaxi cargado con todo mi equipo rumbo a la Petrobras de la estación Los Orientales, lugar donde nos reuniríamos con los demás miembros de la expedición, Nati Bugedo y Pau Espinoza; a quienes más tarde se sumarían Katia Duhalde, Nico Reyes, Cata Abarca y Marcelo Sanhueza.

Nosotros 7 seríamos los primeros en comenzar esta gran aventura clásica del Club Andino Universitario – CAU- viviendo 14 días entre las X y IX regiones, subiendo volcanes. Teniamos planificados 6, el Puyehue, Casablanca, Lanín, Villarrica, Nevado de Sollipulli y Llaima.

Ya a las 9:15, Nati, Pau y quien les escribe (más un invitado, cortesía de Tripda) partíamos con rumbo sur por la ya querida ruta 5. El paisaje cambiaba, la cantidad de vegetación aumentaba y ya nos acercábamos cada vez a nuestro primer destino, Entrelagos y sus alrededores, lugar donde acamparíamos para pasar la primera noche.

Si bien el plan original era buscar un camping, en realidad no lo hicimos así.

En una iglesia cercana al Fundo el Caulle, un par de franceses que venía realizando un viaje en bicicleta por Sudamérica, se encontraban descansando en sus afueras. Luego de conversar con ellos, y decirnos que planeaban en el siguiente mes llegar a Puerto Williams, nos aconsejaron que pasáramos la noche dentro de la Iglesia, ya que era gratis; una oferta muy buena.

Solo quedaba esperar a los demás miembros – Katia, que vacacionaba con sus padres en la zona y Nico junto a Cata y Marcelo, que venían en camino –.

De esa manera, ya entrada la noche y luego de cenar un salmón con papas duquesa y salsa blanca con mi cordada – la Pau – partimos a extender nuestras colchonetas y sacos dentro de la oscura iglesia. En su interior, solo los ronquidos de los franceses se oían, evidenciando que ellos y nosotros seriamos los únicos seres vivos en ese lugar…

Pero no era así.

Mientras dormía, a veces sentía que algo se movía dentro de mi saco. A mi lado, a veces Nati movía bruscamente sus brazos, despertándome. Marcelo a mitad de la noche, salía a dormir afuera… Algo no andaba bien. Producto de la ola de calor que azotaba la zona sur del país, una plaga de termitas había aparecido, deslizándose bajo nuestras ropas y dentro de nuestros sacos. El sentir en nuestras pieles sus leves patitas nos despertaban a cada momento y hasta enloquecían nuestros sueños al no dejarnos dormir. Así fue la primera noche.

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Día 2 (1 feb): Tabanoland

Despertábamos incómodos luego de una noche no muy agradable. Pau, a quien no le gustan los insectos y otros animales similares, se resignó mientras dormía y los combatió como si no existiera un amanecer. Marcelo había salido a dormir a la camioneta de Nico, y Nati sentía que una termita había entrado por su oreja hasta su cerebro… de hecho, la sentía dentro de su cabeza.

Pero no habíamos venido a quejarnos a esta expedición, así que rápidamente armamos las mochilas y partimos con dirección al Fundo el Caulle, para subir el Volcán Puyehue.

El Volcán Puyehue, de 2.240 msnm y con evidencias de erupciones reciente (2012, junto al Cordón del Caulle), no es un cerro complejo física ni técnicamente por su ruta normal, sin embargo, lo realizaríamos en 2 días, para disfrutar del paisaje y calentar nuestros músculos para los volcanes más desafiantes que se venían en los próximos días.

Luego de pagar los $10.000 más injustificados de toda la expedición–y hasta de la vida –, en la administración del Fundo El Caulle partimos rumbo al refugio que este lugar posee en los faldeos del Volcán.

Progresando a buen paso entre un bosque de renovales de Coigüe, disfrutábamos del lugar, en especial de la flora, hongos y fauna, encontrándonos con especies como el Traro, la Lagartija pintada o el Arrayán. Todo bien, hasta que aparecieron los denominados innombrables, tal vez una de las únicas especies chilenas que no queríamos ver en ese momento, los tábanos.

Comenzaron apareciendo de uno, molestando ocasionalmente, hasta que le llegaba la muerte a manos de nuestras palmas. Luego, a medida que ascendíamos, su número comenzaba a aumentar, haciéndose incontrolable. Ya al momento de estar llegando al refugio, apuramos el paso para librarnos de tan despiadados insectos voladores.

Debemos argumentar que los $10.000 que pagamos cada uno de nosotros por ocupar este refugio, eran totalmente injustificados por la realidad que nos golpeaba al momento de entrar a este. En primer lugar no tenía agua – y no me refiero a que no tenía agua caliente, me refiero a que no había ni siquiera para tomar-. Tuvimos que caminar 15 minutos para encontrar un pequeño estero de agua con cenizas, la cual filtramos con poleras. La suciedad dentro de este lugar era evidente, producto de la falta de mantención. Los tábanos muertos se acumulaban en los rellanos de ventanas y en el piso, al igual que dos cadáveres de ratones que habían sido sacados por unos excursionistas que ya habían bajado. Las migajas de comida se acumulaban y las ventanas sucias no permitían una agradable vista al exterior. Producto del calor reinante en la zona y la mala ventilación del refugio, el calor dentro de este lugar era terrible (recomendamos poner una malla en la puerta y ventanas, para que entre aire, pero no tábanos). El baño era una letrina hedionda e insalubre, cuyo piso, si no se tenía cuidado, invitaba a conocer las profundidades olorosas de esta. En resumen, un asco de refugio.

Así que esa noche, decidí dormir en mi carpa (que habíamos llevado por precaución, en caso de que el refugio estuviese lleno); y fue una de las mejores decisiones. El aire frio de la noche me refrescaba y la ausencia de tábanos a esta hora hacía que dormir fuera el merecido premio de los cansados.

Mención aparte y con honores, se llevó el atardecer desde las laderas del Volcán con dirección al Lago Puyehue. Sin lugar a dudas, uno de los más espectaculares que he visto y momento que ni los tábanos nos pudieron quitar.

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Día 3 (2 de feb): La revancha de los tábanos

Partíamos temprano, para evitar a los innombrables.

El amanecer nos ofrecía vistas espectaculares, con la atmosfera teñida de colores leves y tenues. Los volcanes Osorno, Puntiagudo y Tronador, nos inspiraban a realizar un versión 2.0 de esta expedición, mientras el suelo volcánico compuesto de piroclastos recientemente caídos, recibía nuestras constantes pisadas.

A medida que subíamos, el paisaje revelaba los antecedentes volcánicos de la región, pudiendo observar impresionantes colores en las estructuras de roca, ríos de lava y piedras volcánicas tan livianas que podían flotar en las claras aguas que surgían del derretimiento de los neveros cercanos.

El paisaje era único

¿Y lo mejor?

No había tábanos!

Así que luego de casi 2 horas de caminata, la cumbre se hacía más cercana y el cráter que la sucedía se revelaba imponente y lleno de nieve, haciendo creer que era imposible que desde ese lugar emanan los más grandes calores terrestres.

Por fin lo habíamos logrado! La primera cumbre de la expedición!

Después de las clásicas fotos cumbreras (he escuchado que si no te la sacas, eres repudiado y expulsado de Facebook e Instragram jajaja) y largas conversaciones entre nosotros y Nico, un joven local que nos había alcanzado, comenzamos nuestro descenso.

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Todo iba bien, hasta pocos minutos ya bajando…

Un ruido precedió todo

Un leve tss, tss.

Ya había aclarado y los tábanos volvían a atacar. Ahora no solo había que lidiar con la termita que parasitaba el cerebro de la Nati, sino que además había que pelear literalmente contra estos desagradables insectos voladores.

Ya en el refugio, desarmar mi carpa fue casi un matadero, pero de no tábanos, si no que de mi propio cuerpo, ya que literalmente, los innombrables me picaron hasta no poder más. De hecho, hoy 6 de marzo, aún tengo marcas y dolores en algunas de sus picaduras.

De esa manera, emprendimos la caminata de vuelta, hasta la administración, donde Nico y Marcelo reclamaron por las condiciones del refugio, obteniendo como simple respuesta, “suban por otro lado”.

Pero en fin, ya habíamos logrado la primera cumbre y estábamos todos bien, así que solo quedaba por ponerse en marcha al siguiente objetivo, el Casablanca. Por esta razón, emprendimos nuestro viaje a Entrelagos para reabastecernos y cargar celulares, para luego partir al CB de nuestro próximo Volcán, ese mismo día.

El Volcán Casablanca de 2.240 msnm, ubicado entre los lagos Puyehue y Rupanco y junto al centro de esquí Antillanca, era uno de los más fáciles técnica y físicamente de esta aventura, razón por la cual lo subiríamos al día siguiente. Este complejo volcánico, incluye un cráter extinto – cráter Raihuen, ubicado en la base del cono mayor, el Casablanca -. Nuestra idea original, era quedarnos junto a este extinto cráter, pero por comodidad – baños y agua principalmente – decidimos quedarnos un poco más abajo.

Preguntando, nos dijeron que en la oficina de CONAF, era posible que nos quedáramos, ya que en su patio podríamos armas nuestras carpas. Nos indicaron que siguiéramos un poco más abajo por el camino de autos, que en la cabaña con la camioneta blanca preguntáramos.

Así que bajamos, hasta ver una cabaña que expulsaba humo por la chimenea y que tenía una camioneta blanca estacionada afuera. Nos bajamos a preguntar y grande fue nuestra sorpresa, al darnos cuenta de la amabilidad de la gente que ahí se encontraba. No solo nos dijeron que podríamos quedarnos en unas habitaciones que estaban construyendo (en saco y colchoneta obviamente), sino que además nos ofrecieron usar su cocina, gas, algunos víveres, baño e incuso duchas con agua caliente. Hasta ese momento llevábamos 3 días sin bañarnos, por lo que esa noticia fue extraordinaria.

Así que luego de una gran noche, durmiendo cómodos, llenos y bañados, preparamos la siguiente jornada de cumbre.

Día 4 (3 feb): Blanca Montaña, demasiado blanca

La termita de la Nati ya ha comenzado su incubación, haciendo que estas noches sus sueños sean raros. Otros también hemos tenido sueños extraños. Sospechamos de otras termitas…

Luego despertarnos y tomar un gran desayuno, salimos con dirección al Casablanca, cosa que desde un principio se nos puso difícil, ya que una gran capa de neblina cubría todo, no dejándonos ver nada. Incluso la visibilidad a veces llegaba solo a 30 mts. Solo veíamos parte del cráter Raihuen.

¿El Casablanca?

Ni idea.

Solo sabíamos que había que cruzar este cráter extinto hacia el norte y desde ahí, subir directo por las laderas volcánicas a la cumbre. Así que comenzamos a hacer lo que vinimos a hacer, subir.

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En un terreno con un paisaje tan monótono producto de la neblina, las conversaciones son claves y por suerte, estas no fallaron, haciendo alcanzar la cumbre en tan solo 2 horas…

O eso es lo que habíamos pensado…

Continuará…

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